St. Moritz quiere enfriar las montañas de su estación de esquí – Noticias

Para luchar contra el deshielo del permafrost relacionado con el calentamiento global, St-Moritz prueba una nueva solución: enfriar artificialmente la montaña para estabilizar el terreno y evitar deslizamientos de tierra.
Este verano se alcanzaron los 34 grados en las calles de Chamonix y casi 15 grados en la cima de l’Aiguille du Midi a 3.845 metros sobre el nivel del mar. En la punta del Mont Blanc se registró una isoterma de 0 °C por encima de los 5.000 metros en este mes de agosto de 2025… Año tras año, el calor se instala un poco más arriba en las montañas y los Alpes suizos no son una excepción.
Como no lo es tampoco en la estación de esquí de St. Moritz, con una base situada en los 1.822 metros sobre el nivel del mar. Allí también, en la cima del Piz Nair, que alcanza los 3057 metros, se registraron 13 °C a mediados de agosto. Temperaturas inusuales que debilitan el permafrost, ese suelo profundamente congelado que actúa como una especie de cemento natural para mantener las montañas en su sitio.
El permafrost, invisible pero esencial, es un pilar de la estabilidad alpina. Cuando se calienta, pierde su función de «pegamento» y la montaña se agrieta, se desliza y, a veces, se derrumba. El pasado 28 de mayo, la pequeña aldea suiza de Blatten salió en todos los medios de comunicación después de quedar parcialmente borrada del mapa por la caída del glaciar Birch. Los expertos determinaron que la causa fue el deshielo del permafrost. Actualmente, otro pueblo suizo, Brienz, se encuentra bajo alta vigilancia y lleva evacuado por precaución desde noviembre de 2024. Corre el riesgo de quedar sepultado por 1,2 millones de metros cúbicos de roca en un deslizamiento de tierra a gran escala.
Las caídas de rocas, cada vez más frecuentes, no se limitan a ser un espectáculo impresionante: amenazan los valles, las infraestructuras turísticas y la seguridad de los habitantes y visitantes. En Suiza, los geólogos estiman que alrededor del 5 % del territorio está afectado por el permafrost. Esta cifra parece modesta, pero abarca zonas muy sensibles, especialmente por encima de los 2500 metros, donde se concentran las estaciones de esquí, las rutas de senderismo y los remontes.
Ante esta amenaza, la empresa que gestiona los remontes, Engadin St. Moritz Mountains AG, decidió tomar medidas. Desde este verano, ha iniciado una importante obra: la instalación de termosifones. Estos dispositivos, conocidos en el mundo de la calefacción, se colocan aquí para enfriar la montaña.
El principio es bastante sencillo sobre el papel: un termosifón es un tubo metálico que se llena con un fluido, en este caso refrigerante (dióxido de carbono comprimido). Cuando el aire de la superficie se enfría, aunque sea ligeramente por la noche, este fluido fluye naturalmente hacia abajo y disipa el calor acumulado en el suelo. El resultado esperado es que estabilice la temperatura del permafrost para ralentizar su deshielo. Thomas Brunner, director técnico de los remontes de Saint Moritz, explicó a la Radio Televisión Suiza que
«Cuando vi cómo funciona, dejé de preocuparme por esta estación para las próximas décadas.»
En cualquier caso, este enfoque debería permitir ganar tiempo para adaptar las infraestructuras… o pensar en otras soluciones. Lukas Arenson, ingeniero geotécnico y especialista en permafrost de la empresa canadiense BGC Engineering, encargada de las obras,explicaba también a la Televisión suiza que
«Lo que estamos haciendo actualmente con este sistema es ayudar un poco a la naturaleza: estamos extrayendo más calor del suelo. Por lo tanto, hace más frío de lo que haría naturalmente, lo que permite que el permafrost sobreviva al verano»,
Concretamente, se han instalado dieciséis termosifones en las alturas del Piz Nair, a unos 3000 metros sobre el nivel del mar. Con una longitud de 15 metros cada uno, están anclados profundamente en el lecho rocoso y conectados por un sistema de monitorización. El dispositivo está diseñado para durar unos 30 años.
La instalación que se ha hecho en el Piz Nair ha sido de 1,9 millones de euros, poca cosa si lo comparamos con alguno de los carísimos remontes que cada pocos años renueva esta estación de esquí, y que fácilmente se pueden disparar a los 10 millones de euros. Pero con el añadido que permite proteger la montaña e instalaciones como la llegada del teleférico, que se ve sujeto a problemas por los deslizamientos de tierra.
Estos termosifones no son una novedad mundial. Ya se encuentran en algunas partes de Canadá, Rusia o incluso Estados Unidos, en Alaska, para proteger carreteras y oleoductos en el permafrost. Pero es la primera vez que se instalan en Europa y por tanto en Suiza, al menos a tal escala y con un objetivo explícitamente vinculado al turismo de montaña.
Este experimento forma parte de un campo más amplio: el de la geoingeniería, es decir, el uso de tecnologías para modificar o controlar determinados fenómenos climáticos o geológicos. Se trata de un enfoque a menudo controvertido, ya que puede dar la impresión de que la técnica compensará nuestras emisiones de gases de efecto invernadero, cuando en realidad solo retrasa ciertos efectos.
En el futuro, otras estaciones de esquí podrían verse tentadas a seguir este ejemplo. Porque en todas partes de los Alpes se nota el deshielo del permafrost: deslizamientos de tierra más frecuentes, retroceso de los glaciares, refugios amenazados de derrumbe. Se prueban soluciones técnicas a pequeña escala (lonas geotextiles en los glaciares, nieve artificial para mantener el albedo…), pero ninguna ofrece una garantía sostenible.
Ahora queda esperar a ver los resultados. Los veremos dentro de unos años, tras la monitoriazción de estos termosifones que nos dirán si cumplen sus promesas para los inviernos. Y los datos recopilados serán valiosos para la investigación científica, ya que permitirán comprender mejor el comportamiento del permafrost bajo estrés.

Una vista aérea del pueblo de St. Moritz