Sonreir es pura vida en sonrisas

Una vieja, seca, seca, seca, seca, se casó.
Con un viejo seco, seco y se secaron los dos…
Copla histórica.
“Señor: Vengo a pedirle la mano de su hija. Desde luego, para casarme con ella”.
“¡Muy bien, joven!… ¿Cómo anda económicamente?”.
“Muy mal, querido suegro. Pero en cuanto me case, con la herencia que usted nos dejará, ¡¡estaremos forrados!!”.
Quien inventó la palabra Tennessee, fue gran bromista, porque le puso tres pares de letras que no sirven para nada. Mejor, más práctico, lógico e histórico, hubiera sido, simplemente Tenesí”…
No era necesario ese despilfarro de letras vagas. Hay tres letras que no hacen nada, no suenan.
La palabra Tennessee, por cierto, proviene del dialecto cheroqui, y es “Tenasí”, sin dobles letras y que quiere decir, sitio para reuniones. Sí… lo de nn-ss-ee, fue una broma del autor, quien era gran bromista…
Betito, el hijo de Alberto y Patricia estaba en sus cinco años. Una noche le pidió a su papá que le contara un cuento antes de dormir, y el hombre le leyó la historia aquella del rey que tenía tres mujeres, y debía elegir a una para casarse.
Cuando Alberto terminó de leer el cuento, y como el niño no se dormía, le pidió a su esposa lo convenciera de que ya era hora de dormir.
La mamá le indicó al niño que, si le había gustado el cuento, tenía que dormirse, para que su papá le leyera más cuentos. Porque si no se dormía, creería que no le gustaban los que le contaba.
Betito pidió entonces: “Mamá antes de dormirme, te voy a decir lo que quiero”.
“Dime hijo”.
“Yo también quiero tener tres esposas, para que una me cocine, otra me cante y la otra me bañe”.
“¿Y con cual dormirás, Bebito?”.
En eso entra el esposo, para ver por qué se entretenían tanto. Y escucha: “¡No mami!, yo dormiré contigo”.
La mamá enternecida, lo besó y le dijo: “¡Dios te bendiga hijo!. Pero, ¿quién dormirá con tus tres esposas?”.
“Ellas dormirán con papá”.
El papá volteó a ver a su mujer con ojos de pretencioso, y le soltó…: “¿Escuchaste?”.
Ella abrazó a Bebito con gran emoción y le dijo: “¡Gracias hijo, Dios te bendiga!”.
Moraleja: No le hagas esas preguntas a tu hijo de cinco años.
Consecuencias: Don Alberto duró meses durmiendo con tres… tres almohadas y nadie más.
Gracias a la vida que me ha dado tanto, incluso un lector como tú.
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