¿Se ha convertido el tenis masculino en una extraña locura?

Los resultados del Mutua Madrid Open 2024 y del ATP Roma 2024 han provocado que se abra un curioso debate que rodea al circuito ATP. Ver a nombres como Alejandro Tabilo, Jiri Lehecka o incluso Felix Auger-Aliassime, novatos en estas lides e incluso jugadores con cierto cartel de «irregulares», en rondas finales, ha suscitado todo tipo de comentarios. ¿Ha entrado el circuito masculino en una especie de descontrol masivo en el que todo el mundo opta a ganar grandes títulos? ¿Nos tenemos que olvidar de los grandes nombres en los próximos Grand Slams? ¿Se nos viene la locura?
Nadie sabe la respuesta a ciencia cierta. Quizás sí, quizás tengamos unos próximos tres Grand Slams que demuestren que hemos vuelto a los tiempos en los que Joachim Johansson o Gastón Gaudio, estiletes de una era de transición entre dos generaciones históricas, se coronaban en las grandes plazas. Sin embargo, existen una serie de condicionantes que aportan contexto y que, bajo la opinión de un servidor, nos alejan tanto de esta supuesta «locura» que se ha apoderado del circuito. En tierra batida, la historia es muy distinta… pero resultaría muy sorprendente que esta tendencia haya llegado para quedarse en el próximo año. ¿Por qué?
UN PRIMER TRIMESTRE CON GANADORES MUY CLAROS
¿Es lo que hemos visto en las últimas semanas la tónica dominante del circuito en los últimos meses? Aquí, la respuesta es muy clara: no. Ni por lo que ocurrió a finales de 2023 ni, sobre todo, por lo que ha ocurrido en el primer trimestre de 2024. Madrid y Roma contrastan con un circuito en el que varios nombres se alzaban por encima del resto, dejando un panorama esperanzador de grandes rivalidades y, de hecho, regalándonos grandes encuentros en los mejores torneos del planeta.
Open de Australia, Indian Wells y Miami. Tomemos como muestra los tres primeros grandes torneos del año. Si la ATP se ha sumido en semejante estado de locura, lo lógico es que encontremos nombres a todas luces sorprendentes en las rondas finales, ¿no? Nada más lejos de la realidad. Los grandes nombres del circuito reservaron cita en las rondas finales de estos eventos, desmarcándose del pelotón: Jannik Sinner y Daniil Medvedev alcanzaron -al menos- las semifinales en estos tres torneos; Alexander Zverev solo falló en Indian Wells (perdió en cuartos de final ante Alcaraz, una falta más que justificada); Carlos Alcaraz conquistó Indian Wells y claudicó en cuartos de final de los otros dos y, claro, muchos esperábamos una vuelta triunfal de Novak Djokovic para sumarse a lo que podría conformarse como un sólido top-5. Qué diferente a lo que estamos viendo en arcilla… ¿por qué?
LAS LESIONES DE ALCARAZ Y SINNER
Las circunstancias externas, desafortunadas en el caso que nos atañe, también juegan un papel fundamental en la confección de un circuito. Qué habría sido de tantos nombres sin las malditas lesiones: cuántos Grand Slams podrían haber ganado Marat Safin, Juan Martín del Potro o Dominic Thiem. Sin embargo, obviar que las ausencias y las molestias de los dos hombres destinados a dominar el circuito en la próxima década han sido un factor fundamental a la hora de explicar esta situación… sería faltar a la verdad. De hecho, tanto Carlos como Sinner fueron capaces de alcanzar los cuartos de final en Madrid a pesar de estar entre algodones; el propio Jannik también llegó a las semifinales de Montecarlo y solo se vio apeado por un endiablado Tsitsipas (ojo con el griego, recuperarle para la causa es otro factor más que nos aleja de esa cierta sensación de irregularidad existente).
LA TIERRA BATIDA COMO SUPERFICIE DEMOCRATIZADORA
Todo el mundo sabe cómo jugar en pistas rápidas. El cemento es la elección obvia para el 75% del tenis formativo mundial, un jeroglífico resuelto desde hace mucho en el que se impone la ley del más fuerte. Salvo excepciones bastante marcadas (que tampoco lo son tanto; más de uno podría pensar en Tsitsipas o Ruud, pero ambos acumulan finales de Grand Slam en pistas duras), casi toda la élite del tenis mundial domina la superficie más extendida en el calendario. Por el contrario, descubrir los secretos de la tierra batida parece antojarse todavía difícil para muchos, «democratizando» el circuito y dándole la oportunidad a jugadores de peor ranking, pero mucho mejor conocimiento de la superficie. No solo cuentan los Ruud y Tsitsipas: Tabilo, un renovado Taylor Fritz (con menor oposición), Nico Jarry… y no les sorprenda ver en París a algún terrícola en cuartos de final: Mariano Navone, para mí, luce como un posible sucesor de Tomás Etcheverry en cuartos de final.
LAS IRREALES EXPECTATIVAS DEL BIG THREE
Duelos repetidos como cromos en cada gran semana y nosotros, sin embargo, los devorábamos hambrientos. Jamás nos cansamos de ver la excelencia en nuestras pantallas, y eso nos llevó a acuñar como realidad un sueño difícilmente repetible. Ver en la planta noble del circuito a tres monstruos y una serie de centinelas que tampoco quería perder mucho paso (Murray, Wawrinka, Ferrer, Berdych, Thiem, Tsonga, Raonic, del Potro y compañía) elevó nuestra vara, de forma insconciente. Esa generación ya se ha marchado y nosotros, sin embargo, le pedimos a la siguiente una consistencia casi irreal, echándonos las manos a la cabeza con la posibilidad de que nombres sorprendentes se cuelen en rondas finales de grandes torneos.
De forma periódica, una generación histórica siempre ha sido sucedida por una era de transición. En ella nos encontrábamos sumidos, con los últimos coletazos de Djokovic y Rafa y la aparición de Medvedev, Zverev o Tsitsipas, hasta que el reinado de Alcaraz y Sinner parecía, por fin, haber llegado para quedarse (con Djokovic siempre de por medio, ojo, pero es que hablamos de un tipo único, inmune a cualquier tipo de ciclo o lógica). Las lesiones de las dos puntas de lanza del circuito del futuro nos han devuelto a la realidad: que, incluso cuando aparece otra gran generación, ningún torneo puede estar exento a las sorpresas.
En definitiva: no se dejen llevar por dos torneos de grandes sorpresas. La salud del circuito la marcan, cómo no, los Grand Slams… y ahí podría llegar una auténtica prueba de fuego. ¿Volverán Alcaraz y Sinner? ¿Encontrará Djokovic su mejor versión? ¿Qué pasa con Nadal? ¿Evitarán los ‘secundarios de lujo’, con una ventana de oportunidad histórica para coronarse por primera vez -ejem, Zverev, Ruud, Tsitsipas-, que también los torneos más importantes del mundo se conviertan en un despiporre histórico? Más allá de ello, será bonito revisitar este análisis un año más tarde. Quizás en 2025 tengamos campeones de Grand Slam que se encuentran fuera del top-25, quizás el circuito masculino se haya abonado a la locura… pero todavía, al menos todavía, es pronto para afirmarlo.