Sabrina Simader cuelga las botas de esquí – Noticias

Sabrina Wanjiku Simader nació en Kenia en 1998, pero a los dos años se trasladó de su Kilifi natal cerca de Mombasa) a Austria. Allí su padre adoptivo no tardó ni un año en ponerle unos esquís y convertirse en su entrenador. A los pocos años se convertía en campeona juvenil en Super-G, Eslalon Gigante y Combinada en el estado de Estiria. Unas dotes para la victoria que hizo que acabara entrenando en la Escuela de Esquí de Schladming. Lamentablemente su padre falleció cuando ella tenía solo 12 años y fue algo que tardó en digerir.
Sin embargo no olvidó el esquí. Sin opciones para poder competir en el potentísimo equipo austriaco, aprovechó que había su origen africano para fundar la Federación de esquí de Kenia. Y ella sola se buscó la vida para encontrar patrocinadores que la ayudasen a participar en la Copa del Mundo de esquí, y sobre todo, plantar la bandera de su país en los Juegos Olímpicos de Invierno en PyeongChang 2018 y en cuatro Mundiales de esquí.
Su primera carrera profesional fue en el Gigante de Maribor del 7 de enero de 2017. Allí dijo a los periodistas que
«Soy la primera keniana en la Copa del Mundo, así que es comprensible que resulte interesante para los medios. Pero en el futuro, no quiero ser solo una atracción que da espectáculo con solo aparecer. También quiero demostrar mi valía con buenos resultados. No seré solo una esquiadora exótica, pisaré el acelerador. Lo prometo»
Pero su promesa se convirtió más en un deseo que en una realidad. En la Copa del Mundo de esquí alpino ha participado en 26 ocasiones, especialmente en las dos disciplinas de velocidad (Descenso y Super-G) aunque también ha salido a por los puntos en dos Gigantes y una Combinada Alpina de los que salió sin poder clasificarse para la ronda final.
Su mejor posición, un 33º en un Super-G de 2022 en Cortina d’Ampezzo. Algo mejor en los Mundiales, donde en Saalbach-2025 acabó la 28º, dos puestos por detrás del que logró en Courchevel-2023.
Esta semana anunciaba a través de una publicación en Instagram, que hasta aquí habían llegado sus fuerzas. Que tampoco esperaba poder conseguir el dinero suficiente para volver a competir una temporada más. Hay que tener en cuenta que tras el fallecimiento de su padre, ella misma se ha buscado la financiación y hasta poner dinero de su bolsillo cada año para poder participar en algunas carreras de la Copa del Mundo de esquí alpino,
«Después de 11 años formativos y enriquecedores en el esquí alpino internacional, es hora de cerrar un capítulo con gratitud. Estoy sumamente orgullosa de lo que ha logrado, pero en las últimas semanas me he dado cuenta de que me estoy quedando sin energía para seguir preparándome económicamente para la temporada. Los gastos de entrenadores, servicios y otros costes a menudo provienen de mis propias ahorros.
Además surgieron algunas cosas inesperadas, así que, honestamente, tenía claro que ya no quería cargar con la carga ni ser responsable de esto».
El esquí de competición es ampliamente reconocido como un deporte predominantemente monoétnico, lo cual siempre había sido difícil para una corredora perteneciente a una minoría (especialmente por su color de piel en Austria). Sin embargo Sabrina aceptó siempre sus diferencias en este deporte para convertirse en la única corredora negra profesional del circuito de la Copa del Mundo (aunque han habido otros y otras esquiadoros/as de raza negra, solo participaban en Mundiales o Juegos Olímpicos).
Además de corredora, Sabrina es una gran activista y embajadora por los derechos de las minorías en Kenia. Una labor que ahora seguirá haciendo, ya sin tener que compaginar con los entrenamientos ni el calendario de carreras.