“Ojalá que llueva” un geniecillo

Sí, el título se inspira en el “Ojalá que llueva café en el campo”, el canto de clamor campesino de Juan Luis Guerra, para ver si es posible que el hombre de la tierra consiga un alivio a su diario vivir. El fútbol venezolano también lo pide, pero claro que no es café, sino la aparición de un jugador que llame la atención, que se distinga por sus manejos, y que a la vez sea un caudillo en la cancha; es decir, como apuntábamos en nuestras clases en la Escuela de Comunicación Social en la Universidad Católica, cuando surgía un estudiante de inteligencia y aprovechamiento, “un geniecillo”. Cada día, en cada torneo y en cada partido, por ahí aparece alguno que hace temblar los muros del fútbol de cada día. Uno de un talento superior, de una gracia de juego que lleva todas las miradas, un Franco Mastuantono, un Estevao, un Néiser Villarreal….
El argentino, el brasileño y el colombiano son de esos jugadores que se dibujan con un aurea especial, única; de esos que cuando llevan la pelota parecieran ser émulo de Remedios, la Bella, el personaje de “Cien años de soledad” que en su vuelo celestial se le escapa al razonamiento humano. Mastuantono llegó al Real Madrid como si nada, como si hubiera jugado en el Santiago Bernabéu toda la vida; por igual Estevao, que se adueñó de la titularidad en el Chelsea con una propiedad de asombro. ¿Y qué decir de Vllarreal, goleador en el Suramericano Sub-20 y ahora también dueño de la redes adversarias en el Mundial de la edad? Le marcó tres goles a España que dejaron a la gente del Barcelona, del Atlético de Madrid y del Cruzeiro frotándose las manos e iniciando una loca carrera por hacerse del fútbol exquisito y tremendo del muchacho de Tumaco, Nariño…
Hemos dado toda esta vuelta para ver si encontramos en el camino uno de esos jóvenes de elevada estatura en el fútbol venezolano. Los han anunciado, se les ha hecho alguna publicidad inocente, entusiasma y a veces algo irresponsable, pero sin que haya un hecho que signifique trascendencia. Hace unos meses se anunció con aire de descubrimiento a David Martínez, a quien rebautizaron como ”la joya”, un muchacho que hace lo que puede en Estados Unidos, pero que aún no ha hecho sonar las campanas para empresas mayores. Pasan los días, los meses y los años y no se divisa, en la inmensidad del fútbol, uno de esos jugadores veinteañeros que nos haga dirigir la mirada hacia él, que nos haga ver en su juego la dulzura del gran fútbol. Por ahora solo Telasco Segovia podría ser ese eslabón perdido, porque se presiente en él un toque de grandeza. Que al fin llueva, pues, con la lluvia que ponga al “geniecillo” en las canchas de Venezuela. Nos vemos por ahí.