15 septiembre, 2025

Hora del inventario: ¿y ahora?

Hora del inventario: ¿y ahora?


Las máscaras del teatro griego caían cuando las verdades eran irrefutables. Cuando los sólidos argumentos de los juristas se convertían en lanzas penetrantes en los cuerpos de los acusados y no había razones para responder.

En el juicio del fútbol, la Vinotinto fue el acusado, Argentina y Colombia los acusadores. Los encargados de quitar las vestiduras a un equipo que creyó que era más, al que se le sobrestimaron sus reales posibilidades y alcance, pero que en los partidos finales fue menos, bastante menos que sus adversarios.

En Buenos Aires chocó contra una fuerza indiscutiblemente superior, y en Maturín tuvo, además de la fina selección colombiana, a un enemigo que resultó invencible: la afición. Aupado por la gente, empujado por el frenesí del gol de Telasco Segovia en los albores del partido, se pensó que se había abierto la ruta que la conduciría a una victoria inobjetable; mas todo fue mentira, una sinrazón sin bases ciertas, un espejismo en el desierto del estado Monagas.

Sin embargo, no es tiempo de análisis del trafago de un partido o de otro. Ha llegado el de mirarse a los rostros, no ya buscar culpables, porque esto se convierte en el sentido figurado de Fuenteovejuna (“¿quién mató al comendador?”, “Todos a una, señor”), porque a decir verdad los dedos señaladores apuntan hacia la Federación Venezolana y la estructura del fútbol nacional, la falta de raíces, pasa por el técnico Fernando Batista y llega a los jugadores de la selección. Y a la afición, claro que sí, que inocente, anidó en su conciencia la idea de que la Vinotinto ya estaba lista para retar al “jet set” del fútbol universal.

Pasada esta feliz ensoñación, dejando atrás falsas creencias descubiertas y dejadas al desnudo por las durísimas verdades, todos los que andan en los trajines del fútbol y que tienen en sus manos la posibilidad de tomar decisiones, tienen que tener la valentía de asumir la tarea de cambiar las cosas vistas desde tres grandes asuntos: el técnico que tomará las riendas del indómito potro; dejar con sus conquistas a un grupo de jugadores, especialmente por su edad, ya no podrán seguir en próximos proyectos; y finalmente, iniciar un trabajo de búsqueda en las selecciones Sub-20 y Sub-17 para construir una estela de cuatro años.

De lo actual, y por lo visto, solo podrán salvarse de la “guillotina” Telasco Segovia, Joan Aramburu, Yangel Herrera y algún otro: ¿alguien lanzará la primera piedra?
Pero decirlo puede convertirse en papel mojado. Venezuela, como típico país de América Latina, es proclive a las preferencias personales, a las afinidades de cualquier tipo. El hijo de tal, el compañero de este, el pana del otro. Continuar de esta manera amenaza con seguir, como en el mito de Sísifo, subir a la colina una y otra vez para bajar e intentarlo de nuevo sin llegar nunca a la cúspide. Es decir, al Mundial de Fútbol.

Los que ya no estarán

Todo lo que comienza termina, reza la lógica humana, y aunque a menudo es motivo de dolor, hay decisiones que curan aunque siempre quede la marca. ¿Quién se atreve a decirle a Salomón Rondón que su tiempo ha terminado, y a Tomás Rincón que hay que entregar el testigo, a Rafael Romo que llegan otros más jóvenes, a Josef Martínez, a Alexander González y Darwin Machis que dentro de cuatro años ya tendrán treinta y seis? Poco es tan efímero como el fútbol. Eso lo saben los jugadores, aunque no siempre están conscientes de tal razón. Pero, hemos hablado de los futbolistas: ¿qué tal mencionar a todos aquellos que hemos seguido al fútbol nacional, a la Vinotinto año tras año sintiendo la frustración de no verla en el Mundial? Periodistas, dirigentes, entrenadores, aficionados. Un universo de “locos” que más allá de las derrotas no nos vamos a rendir.

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Fuente: Meridiano