26 octubre, 2025

Este chico asegura haber creado gasolina con plástico y energía solar en su garaje. Su invento ya es viral (y también muy polémico)

Este chico asegura haber creado gasolina con plástico y energía

Convertir plástico en combustible usando sólo energía solar suena a utopía, pero eso es precisamente lo que afirma haber logrado Julian Brown, un joven inventor estadounidense conocido en redes como @naturejab_. Desde su propio jardín en Georgia, asegura haber construido un reactor artesanal que transforma residuos plásticos en carburantes líquidos como gasolina, diésel o queroseno. 

Bautizado como “Plastoline”, su invento se hizo viral en pocas semanas, gracias a unos vídeos donde muestra su funcionamiento, pese a los riesgos que implica. Su propuesta ha despertado tanto curiosidad como recelo: para unos es un experimento ingenioso con potencial, para otros es un proyecto arriesgado y sin base científica sólida.

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De estudiante autodidacta a influencer científico

Julian Brown tiene 21 años, vive en Atlanta y acumula más de 2,9 millones de seguidores sólo en Instagram. Sin formación académica en ingeniería, aprendió por su cuenta los fundamentos de la pirólisis por microondas, un proceso que descompone los plásticos mediante calor en ausencia de oxígeno.

De esa reacción surgen vapores que, al condensarse, se transforman en aceites sintéticos y agua, dejando como subproducto un residuo sólido de carbono. Su reactor, al que ha bautizado como Mark 4.5, funciona de manera continua: puede seguir alimentándose con plástico mientras produce combustible.

Para construirlo, Brown usó componentes reciclados como magnetrones de microondas y alimentó el sistema con paneles solares. Según explicó en una entrevista con Canvas Rebel, su meta es llevar esta tecnología a una escala industrial “sin depender de combustibles fósiles externos”.

Un experimento con resultados prometedores… y muchas preguntas

El joven inventor afirma haber probado con éxito su “Plastoline” en motores de vehículos reales. Como recoge Ecoinventos, el sistema alcanza temperaturas cercanas a los 200 °C con una potencia de unos 8.300 vatios y el combustible resultante ha mostrado una viscosidad similar al diésel convencional.

Sin embargo, la propia publicación matiza que las emisiones son “controladas, pero no nulas”, y que aún se necesitan pruebas independientes para validar la seguridad y eficiencia del proceso. Brown asegura haber enviado muestras a los laboratorios ASAP Labs, donde los primeros análisis habrían sido “favorables”, aunque no se han publicado datos verificables. Por el momento, su invento es un experimento en desarrollo más que una alternativa consolidada.

Ciencia, utopía o simple viralidad

El caso de Julian Brown plantea una cuestión que va más allá del ingenio técnico: ¿estamos ante un visionario que ha dado con una solución disruptiva o ante otro fenómeno viral que simplifica un problema muy complejo? Lo cierto es que la idea de convertir plásticos en combustible mediante pirólisis no es nueva: la industria lleva décadas experimentando con ella, pero su aplicación real sigue limitada por el elevado consumo energético, la complejidad del proceso y los riesgos medioambientales asociados.

Según la U.S. Environmental Protection Agency (EPA), los procesos de pirólisis y gasificación “requieren un control estricto de las emisiones y del manejo de residuos peligrosos”, ya que pueden liberar compuestos tóxicos si no se gestionan adecuadamente. En la misma línea, European Academies Science Advisory Council (EASAC) advierte que, aunque estas tecnologías “pueden tener un papel en la economía circular, su eficacia y sostenibilidad aún no están demostradas a gran escala industrial”.

Plastoline 6
Plastoline 6

Fuente: @naturejab_

Y no es el único intento serio en esta dirección: investigadores de China y Estados Unidos también publicaron en Science un método capaz de convertir plásticos mezclados, incluidos los de PVC, en gasolina en un solo paso y a temperatura ambiente, usando líquidos iónicos y catalizadores de bajo consumo. Un proceso validado en laboratorio que, si logra escalar, podría transformar el modo en que gestionamos el plástico y sus residuos.

Comparado con ese enfoque científico, “Plastoline” representa el extremo opuesto: la versión casera de una misma ambición. Una idea que despierta simpatía, pero también el recordatorio de que la frontera entre la genialidad y la temeridad puede ser muy fina. 

Imágenes: @naturejab_ 

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