Carlos Tavares cuenta por qué abandonó Stellantis en plena carrera hacia el coche eléctrico

Pocos directivos han tenido una trayectoria tan fulgurante como la de Carlos Tavares. El portugués que salvó a Peugeot-Citroën del abismo y lideró la fusión con Fiat Chrysler Automobiles creando Stellantis, el cuarto grupo automovilístico del mundo, parecía inamovible en su puesto. Pero a finales de 2024 sorprendió al sector con una decisión inesperada: dejar la dirección del grupo que él mismo había construido.
En una entrevista concedida a Le Point en exclusiva, Tavares ha explicado por primera vez los motivos de aquella ruptura, y el trasfondo revela mucho más que una simple diferencia de gestión. Su marcha fue, según él, consecuencia directa de una pérdida de confianza y de una visión enfrentada sobre la velocidad de la transición hacia el coche eléctrico. “Va en contra de los intereses de mis nietos, porque el precio lo paga el planeta”.
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Una ruptura marcada por la estrategia eléctrica
Según Tavares, Stellantis se encontraba en “un momento crítico” y debía decidir entre dos caminos: “frenar la producción de coches eléctricos, como muchos fabricantes que se quejan diciendo que no llegarán a tiempo, o aprovechar su frenazo para acelerar y tomar la delantera”. El consejo optó por lo primero; él, por lo segundo. “Yo estaba allí para ejecutar un plan validado, y me dijeron: ‘No, hay que tomarse un respiro y volver al box’”.
Esa decisión, que según Tavares ralentizaba el avance eléctrico del grupo, acabó con la confianza mutua entre él y el presidente John Elkann. Pocos días después, mientras se encontraba en el circuito portugués de Estoril, recibió la llamada definitiva que ponía fin a una década al frente de PSA primero, y Stellantis después.
El exdirectivo sostiene que, aunque los márgenes se habían deteriorado y los stocks en EEUU requerían ajustes, “la compañía seguía siendo rentable y preparada para dar un salto en la electrificación”. Por eso considera que frenar en ese punto “iba contra el sentido común… y contra el planeta”.
Un defensor del coche eléctrico, pero no del dogma


La paradoja es que Tavares, famoso por su férreo control de costes y su estilo de gestión implacable, ha sido también uno de los directivos más críticos con la forma en que Europa está afrontando la transición al coche eléctrico. “La decisión dogmática de vender solo eléctricos en 2035 tiene consecuencias sociales inmanejables”, advertía ya en el Salón de París de 2022.
En su opinión, Bruselas se dejó llevar por un impulso punitivo tras el dieselgate y abrió una autopista a los fabricantes chinos, que ya dominaban la tecnología. “El mayor error de la Comisión Europea fue imponer una prohibición generalizada sin distinguir según el nivel de emisiones”, explica. “Eso habría permitido una transición más gradual y asequible para la clase media”.
Según Tavares, los fabricantes europeos han gastado más de 50.000 millones de euros intentando recuperar el terreno perdido frente a China. La situación actual parece darle parte de razón: el auge de las marcas chinas, la escalada de costes y la dependencia de Europa respecto a proveedores asiáticos de baterías están alterando el equilibrio industrial. Stellantis, de hecho, afronta ahora tensiones en el suministro de celdas de ACC (su joint venture con TotalEnergies y Mercedes), lo que podría limitar la capacidad de producción de sus modelos eléctricos en Europa.
Una industria al límite de su resistencia


“La industria automovilística es de una violencia extrema”, sentencia Tavares. “Está perdiendo el control de su destino a causa de los aranceles, las regulaciones y los retos geopolíticos”. En su libro ‘Un pilote dans la tempête’ (Plon, 2024), del que la entrevista con Le Point es un anticipo, describe un sector que ha pasado de ser un motor de innovación a una carrera por la supervivencia.
Tavares cree que esa presión permanente acabará provocando una “consolidación brutal y feroz” de los fabricantes, con menos actores y más control político y financiero. Y avisa: “El coche corre el riesgo de convertirse en un producto banal, como un frigorífico”. Una frase que resume bien su visión sobre el futuro de una industria atrapada entre la urgencia climática, la burocracia europea y la ofensiva tecnológica china.
Para el portugués, la transición eléctrica no debe cuestionarse, pero sí acelerarse con inteligencia. Lo contrario, dice, sería hipotecar la competitividad europea y “los intereses de nuestros nietos”. Su salida de Stellantis, más que una renuncia, fue su manera de subrayarlo: dejar el timón antes de que el barco perdiera el rumbo.
Imágenes | Stellantis
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