30 septiembre, 2025

su obsesión por la sombra la ha convertido en la ciudad mejor preparada del mundo contra el calor

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El calor mata a más personas cada año que las inundaciones, los incendios y los huracanes juntos, dice la ciencia. Y en un planeta donde las ciudades se calientan al doble de velocidad que las zonas rurales, garantizar espacios frescos y transitables se ha vuelto un desafío global.

Mientras en Europa y EEUU empiezan a pensar en toldos, árboles o marquesinas, Singapur lleva más de medio siglo perfeccionando su propia infraestructura de sombra. Hoy, este diminuto país-estado podría presumir de tener la red más eficaz del mundo para proteger a sus ciudadanos del sol abrasador.

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De la incomodidad al recurso urbano: la sombra como prioridad política

Desde los años 60, el primer ministro Lee Kuan Yew entendió que el calor y la humedad eran una amenaza para la productividad y la salud. No solo convirtió al país en “la nación con aire acondicionado” en interiores, como lo describió el periodista Cherian George, sino que diseñó toda una estrategia para que los espacios exteriores fueran habitables. Su lema era “primero deme sombra”.

Hoy, Singapur cuenta con unos 200 km de pasarelas cubiertas que conectan viviendas, estaciones de tren y paradas de autobús

Los promotores inmobiliarios, en lugar de alejar los edificios de la calle para dejar pasar la luz, como ocurre en ciudades como Nueva York, están obligados a construir aleros de entre 2,4 y 3,7 metros para dar sombra al peatón. Un paseo bajo estas estructuras puede sentirse hasta un 14 % más corto, según estudios del gobierno.

Singapur
Singapur

Bajo mandato de Lee, se plantaron miles de árboles de gran copa, desde angsanas hasta caobas. La obsesión llegó al punto de que los inspectores no autorizaban la ocupación de un edificio hasta ver los árboles plantados. Según datos de la Junta de Parques de Singapur, el bosque urbano pasó de 158.000 árboles en 1974 a más de 1,4 millones en 2014, en una ciudad que triplicó su población.

Planificación urbana contra el calor

A diferencia de lo que ocurre en muchas otras ciudades del mundo, Singapur convirtió la sombra en un bien común. Tanto en barrios ricos como en los de vivienda pública, abundan parques, patios y bulevares arbolados. “No hicimos distinción entre clases”, escribió Lee en sus memorias, convencido de que la sombra debía ser un factor de cohesión social.

La clave está en que el país trató la sombra como un servicio público. Los cables se soterraron para no restar espacio a los árboles, las zonas verdes se planificaron desde el inicio y las normas urbanísticas obligan a que al menos el 50 % de las áreas de descanso al aire libre queden sombreadas en las horas más críticas. Kelvin Ang, de la Autoridad de Reurbanización Urbana, lo resume así: “Nuestros códigos de construcción se diseñaron para la intensidad del sol, no para la luz solar de invierno como en Occidente”.

Annie Spratt Mcm5bw4jqhc Unsplash
Annie Spratt Mcm5bw4jqhc Unsplash

Un modelo exportable (con matices)

El éxito de Singapur combina un clima favorable para plantar árboles y una fuerte voluntad política. “Este era un objetivo que el gobierno iba a perseguir, y era una visión que todos compartían”, explica Daniel Burcham, investigador y profesor de arboricultura en la Universidad Estatal de Colorado (BBC).

En ciudades donde los gobiernos cambian rápido y el suelo no está en manos públicas, aplicar un plan así parece complicado. Aun así, Singapur demuestra que pensar la sombra como infraestructura básica es tan viable como urgente. Singapur no lucha contra el calor buscando más sol, sino más sombra: y ahí reside la clave de por qué es un modelo global frente al cambio climático.

Imágenes | Unsplash

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