el deportivo más vendido de la historia que sigue enamorando a los petrolheads

En 1989, Mazda sorprendió al mundo con un deportivo sencillo y accesible: el MX-5, que pronto pasaría a ser conocido como ‘Miata’. Era bonito, compacto, ligero y tenía el espíritu de los clásicos roadsters británicos, pero la fiabilidad japonesa. Fue un éxito inmediato y con más de 1,2 millones de unidades vendidas en cuatro generaciones, se convirtió en el deportivo más exitoso de la historia.
Detrás de esas líneas sencillas y atemporales estaba Tsutomu “Tom” Matano, el diseñador que convirtió una idea en icono. Falleció el 20 de septiembre de 2025, a los 76 años, y con él se va una de las grandes figuras del diseño automovilístico moderno. Sin embargo, su legado sigue vivo: en cada MX-5 que hoy se disfruta en la carretera está presente la visión de Matano.
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De Nagasaki a California: un viaje a contracorriente
Tom Matano nació en Nagasaki en 1947, en un Japón aún marcado por la posguerra. Con 23 años tomó una decisión que marcaría su vida: subir a un carguero rumbo a EEUU con la maleta casi vacía, pero con la ambición de convertirse en diseñador. En California se formó en el prestigioso Art Center College of Design de Pasadena y pronto captó la atención de la industria.
Matano pasó por General Motors en Detroit y Australia, dejó su huella en BMW (donde participó en el desarrollo del Serie 3 E36) y también colaboró con Volvo. Su carrera ya era internacional mucho antes de aterrizar en Mazda, en 1983, donde escribiría el capítulo más importante de su historia.
En California, Matano tomó las riendas del estudio de Mazda North America. Allí coincidió con Bob Hall, periodista convertido en ejecutivo, que llevaba tiempo defendiendo la idea de un roadster ligero y asequible. Hall tenía la visión, pero Matano puso el trazo. En 1984 ya se intuía el futuro MX-5 en el concept Duo 101. Cinco años después, el Miata debutaba en Chicago con sus icónicos faros escamoteables y un diseño redondeado, alegre, atemporal.


No todos en Mazda estaban convencidos: algunos directivos lo consideraban demasiado pequeño, con poca potencia (tenía poco más de 11º CV) y sin mercado real. Pero la tenacidad de Bob Hall y del ingeniero Toshihiko Hirai fue clave para que el proyecto siguiera adelante hasta convertirse en realidad.
El reto no era menor: en los excesivos años 80 nadie apostaba por los pequeños descapotables, un segmento abandonado tras el ocaso de los británicos como el MGB o el Triumph Spitfire. Sin embargo, Matano insistía en que el diseño debía conectar emocionalmente con la gente, recuperar la idea de conducir por puro placer. “El coche tenía que ser accesible, pero sobre todo debía ser querido”, recordaba años después. Esa mezcla de sencillez técnica y calidez estética dio al Miata un carisma inmediato.


El resultado fue un deportivo que no solo resucitó un formato anhelado por los más petrolheads, sino que devolvió a Mazda una identidad propia. Hasta entonces, la marca japonesa era conocida por la innovación mecánica: sobre todo gracias a su célebre motor rotativo, obra del gran Kenichi Yamamoto. Pero fue el trazo de Matano lo que la convirtió en un referente emocional.
El Miata no era solo un coche: era un recordatorio de que conducir debía hacernos sonreír. Tanto, que terminó inspirando a rivales como el Honda S2000, el Toyota MR2 o incluso el resurgir del Fiat 124 Spider décadas después. Un pequeño deportivo japonés había logrado reactivar un segmento completo a escala mundial.


Más allá del Miata: RX-7, MX-6 y un legado que perdurará siempre


Aunque el Miata será siempre su obra maestra, Matano también dejó su huella en otros modelos que marcaron época. El más destacado fue el Mazda RX-7 FD de los años 90, considerado por muchos como uno de los deportivos más bellos de su generación. Su silueta fluida y casi orgánica, diseñada junto al artista Wu-Huang Chin, transformó al RX-7 en un icono de la cultura del motor que sigue inspirando a preparadores y coleccionistas tres décadas después.
Tampoco hay que olvidar el MX-6 de segunda generación, un coupé elegante y equilibrado que compartía base con el Ford Probe pero que, gracias al diseño de Matano, adquirió personalidad propia. Estos modelos demostraron que no era un “one-hit wonder”: tenía la capacidad de dar carácter a cualquier coche, ya fuera un biplaza rotativo radical o un coupé pensado para un público más amplio.


Incluso en el terreno conceptual dejó huella. El Miata M-Coupé, una reinterpretación cerrada del pequeño roadster, anticipó líneas que Mazda exploraría en diseños posteriores. Y ya en puestos de mayor responsabilidad, como jefe global de diseño en 1999, supo guiar a la compañía hacia una estética coherente, preparando el terreno para el lenguaje KODO que llegaría años después.
Cuando dejó Mazda en 2002, Matano no se apartó de lo que más amaba: asumió la dirección de la Escuela de Diseño Industrial de la Academy of Art University de San Francisco, donde formó a nuevas generaciones de diseñadores. Muchos de ellos hoy reconocen haber encontrado en él un mentor cercano, capaz de transmitir tanto técnica como pasión.
El diseñador que nunca dejó de ser amante de los coches


Matano no fue un creador distante. Amaba sus coches y lo demostraba: asistía a concentraciones de Miata, firmaba autógrafos en capós con la dedicatoria “Always Inspired”, compartía anécdotas en su Instagram bajo el nombre @miatapapa e incluso apareció en Gran Turismo 7 narrando la historia de su querido deportivo.
El anuncio de su muerte ha desatado una ola de homenajes. “Su visión nos dio más que un coche: nos dio amistades, recuerdos y una familia que abarca todo el mundo”, publicaron los organizadores de Miata Reunion. Para John Doonan, presidente de IMSA y exdirector de automovilismo de Mazda, “Matano no solo creó un coche, sino una forma de entender la pasión por conducir”. Y la lista sigue…


Puede que el nombre de Matano haya pasado más desapercibido en la industria respecto a los grandes nombres italianos como Giugiaro o Gandini, pero su aportación fue igual de trascendental: democratizó el placer de conducir. Cada vez que alguien baje la capota de un Miata, su espíritu estará allí, recordándonos que conducir puede ser tan sencillo y tan puro como la sonrisa que te provoca un MX-5 en una carretera de curvas.
Imágenes | Mazda
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