Vizca recupera el gen de la irreverencia

Hacía años que una selección nacional de cualquier categoría no ofrecía tanta profusión táctica para defender y atacar con la misma sincronización de movimientos que la Vinotinto sub-17 de Oswaldo Vizcarrondo. Da gusto ver a esta pandillita de chamos que saben salir del fondo de la cancha casi que tomados de la mano, jugando a ras de piso, tejiendo las jugadas con sobrada habilidad para controlar los espacios, tocar de primera en procura siempre del jugador libre que pueda recibir de cara a portería.
Desde los tiempos de Richard Páez con su sistema zigzag de mover el balón en la mitad con el fin de que Ricardo Páez, Gabi Urdaneta o Juan Arango filtraran un pase entre líneas para la súbita aparición de los laterales o en busca del escurridizo Ruberth Morán, listo siempre para sacarse un defensa y tirar a puerta, no se veía una Vinotinto tan educada en todos los aspectos.
El equipo de Vizcarrondo es lo más cercano que hemos visto a aquella Vinotinto que cambió para siempre el gusto de los venezolanos por la selección. No necesito el exdefensa de años de trabajo para inculcar los conceptos tácticos y la dinámica a sus dirigidos. Como se vio en el triunfo 2-0 ante Bolivia y muy especialmente en la segunda victoria 1-0 ante Ecuador, la selección ofreció un orden muy difícil de alcanzar en las categorías menores.
En esa edad de aprendizaje y formación lo común es equivocarse; incurrir en errores en la salida, perder la distancia y la ubicación espacial en el terreno de juego y perder las marca, lo que conlleva a tratar de resolver con más ímpetu que posicionamiento efectivo las obligaciones defensivas en las transiciones.
No ha sido hasta ahora el caso de la selección de Vizcarrondo. Este equipo tiene un mapa mental de qué hacer en cada movimiento. La pareja de centrales Marcos Maitán y Eider Barrios han aprendido de uno de los mejores centrales de la historia del país, los oficios del puesto.
Contra los meridionales dieron una clase maestra de posicionamiento para reducir espacios, anticipar por alto y por bajo a los potentes y espigados delanteros Iker Mantilla y Juan Angulo, quienes fueron borrados sin faltas. De hecho, ninguno de los chamos recibió una tarjeta amarilla, en un partido bravo ante el equipo que llegaba con la champa de favorito para dominar el grupo.
Pero si en defensa, la Vinotinto de Vizca ha rondado la perfección con dos arcos en cero, en el ataque también ha jugado primores. Nada de goles por casualidad de un balón suelto que queda pagando en el área o producto de la ligereza del rival. Lo de estos chamos es sinfonía pura con Yerwin Sulbarán manejando los tiempos a su antojo para atacar los espacios más convenientes. La permanente sociedad con Juan Uribe, Yimvet Berroterán y el implacable delantero Diego Claut, a quien le han puesto pases de gran categoría para definir como un 9 de raza, recupera el gen Vinotinto de irreverencia pura.