20 mayo, 2024

DE LAS MEDALLAS OLÍMPICAS AL DESCRÉDITO COMO PRESIDENTE DE HUNGRÍA – Historias de los Juegos

Cómo pasar de la gloria olímpica al descrédito político más absoluto. En este frase podríamos resumir la trayectoria del húngaro Pál Schmitt, dos veces campeón olímpico en esgrima, ambas por equipos en espada, medallas conseguidas en los Juegos de México 68 y Múnich 72 (quedaría cuarto en la misma especialidad en Montreal 76) y defenestrado Presidente de Hungría décadas más tarde.

Empezó en el deporte de la esgrima de niño, en un país donde esa especialidad ha sido una tradición y está marcada por éxitos. A nivel internacional aunque también competía individualmente todas las medallas que consiguió en Mundiales y otros campeonatos fueron por equipos. Tras retirarse comenzó una carrera política que le llevó a muchos puestos. Empezó en puestos deportivos, en el Comité Olímpico Húngaro, también ejerció de Subsecretario de Deportes de su país, etc. Pasó después a empezar su carrera como diplomático, pese a que sus estudios universitarios se ceñían al campo de la Educación Física. Así, ejerció de embajador en España, Suiza y Andorra.

Schmitt también tuvo importantes cargos en el máximo organismo deportivo existente: el COI. Miembro desde 1983, tuvo papeles en diversas Comisiones, en la Junta Ejecutiva llegando a ser vicepresidente del COI y a presentar, sin éxito, su candidatura a presidente. Fuera del mundo deportivo intentó ser alcalde de Budapest pero, al no conseguirlo, dirigió su objetivo al Parlamento Europeo, donde llegó a ocupar el puesto de vicepresidente, el más alto ocupado por un húngaro en este organismo.

Decíamos al comienzo que había caído en el descrédito por dos grandes razones. Lo cierto es que, pese a haber proclamado su independencia política Pál Schmitt se movía en aguas turbulentas nunca claras hasta que se pasó a las filas del partido fundado por Viktor Orban, quien le apoyó para que se convirtiera en Presidente de la República al considerarlo “dócil”. En efecto, en todo el tiempo de su mandato aceptó todas las leyes creadas por Orban sin ejercer en ningún momento su derecho a veto, sin mandar ninguna al control del Parlamento ni tampoco mandar ninguna nueva ley al Tribunal Constitucional, pese a las serias dudas que la mayoría implicaban, tanto que la propia Unión Europea llegó a sancionar a Hungría al considerar que las reformas suponían una amenaza directa a la independencia de poderes y otros organismos fundamentales en un Estado de derecho. Las controvertidas reformas de Orban, a las que se plegó sin rechistar Schmitt, ratificándolas dócilmente, iban desde el control de medios de comunicación hasta una nueva Constitución, la reforma electoral -diseñada ex profeso para favorecer al partido de Orban-, y otras, todas ellas polémicas.

Pero el desprestigio de Schmitt no se limitó a ser un títere de Orban, ni siquiera a que creara unos premios para la defensa de la lengua húngara anunciándolo en un documento que contenía numerosas faltas ortográficas y errores del lenguaje, sino a la razón que provocó su dimisión. En 2012 se descubrió que había plagiado su tesis doctoral en al menos 180 páginas de las 215 totales (algunas fuentes elevan la cifra de páginas copiadas a 201). Schmitt, reacio a abandonar su cargo, alegó que no había sido elegido para el mismo por su tesis doctoral. Finalmente se vio en la obligación de dimitir, pero se negó a dejar de recibir las prebendas económicas asociadas a los excargos, de tal forma que sigue conservando un alto sueldo como exjefe de Estado y otros privilegios. Tras esa dimisión siguió siendo miembro del COI, puesto que sólo ha abandonado al cumplir 80 años, edad máxima de un miembro de ese organismo. Incluso tras el escándalo formó parte de la candidatura olímpica de Budapest para albergar los Juegos Olímpicos de 2024.

Foto de MTI



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