17 mayo, 2024

RECIBIENDO MEDALLAS OLÍMPICAS CON AÑOS DE RETRASO – Historias de los Juegos

La historia de la haltera canadiense Christine Girard se asemeja mucho a la de su colega española Lydia Valentín: ambas medallistas olímpicas; ambas víctimas del dopaje de mujeres que en principio quedaron por delante de ellas en Juegos Olímpicos y de las que posteriormente se demostró habían acudido al dopaje; ambas recibiendo las medallas que merecían con años de retraso; ambas pioneras en sus respectivos países tanto de su deporte como, especialmente, de su deporte practicado por mujeres.

Foto de Adrian Wyld/Canadian Press Images

Christine Girard se empezó a apasionar por la halterofilia cuando su familia se trasladó a Quebec. A los 16 años ya formó parte del equipo nacional y lo hizo compitiendo internacionalmente en Grecia. Sus tres hermanas también han competido en halterofilia a distintos niveles. Saltémonos su rápida progresión y situémonos en su primera cita olímpica: la de Pekín 2008. Allí Christine ocupó el puesto más amargo: el cuarto, rozando el podio. Sólo años más tarde se sabría -y demostraría- que en absoluto ése no debería haber sido su puesto, sino haber obtenido la medalla de bronce a causa del dopaje de la haltera que disfrutó en su momento de las mieles de subirse a un podio olímpico. De haberse desarrollado la competición en justicia Girard habría logrado en Pekín la primera medalla para Canadá y única para su país durante tres días, con lo que conlleva de atención mediática tanto sobre ella como sobre su deporte y esa medalla habría posiblemente animado a muchas niñas y jóvenes canadienses a practicar la halterofilia, una especialidad a la que muchos aún por desgracia cuestan reconocer como un deporte que también puede ser practicado por mujeres. Pero no, Christine tuvo que esperar años y durante cuatro de ellos, los inmediatamente posteriores a los Juegos de Pekín, pasó depresión, quizá iniciada en el mismo momento en que, al acabar su actuación en Pekín, su entrenador le dijo que con que hubiera levantado tres kilos más habría llegado al tercer puesto y la consiguiente medalla de bronce. Lo que sentía Christine era una sensación de absoluto fracaso. Llegó a cambiar hasta en cinco ocasiones de entrenador. Lo llegó a hacer en condiciones penosas, en un frío porche. Christine está convencida de que, de haber vuelto de Pekín con una medalla al cuello, no le habrían faltado apoyos financieros y su vida habría sido muy distinta.

Foto de Adrian Wyld/The Canadian Press

Lo triste es que esta atleta canadiense volvió a padecer las mismas injusticias cuatro años más tarde, en los Juegos de Londres 2012, pese a que allí se convirtió en la primera mujer canadiense en ganar una medalla en halterofilia. Sí, es cierto, salió de aquellos Juegos con una medalla, la de bronce, pero debería haber sido de otro metal. Hasta que no se realizaron en 2016 los reanálisis de las pruebas de las competidoras y se vio que las que se habían llevado el oro y la plata habían usado agentes anabólicos prohibidos no se demostró que en justicia Christine merecía el oro. No se le otorgó de forma inmediata, sino que se sólo se confirmó en abril de 2018. Sería el 3 de diciembre de ese año cuando por fin la canadiense recibiría el oro de Londres 2012 y el bronce de Pekín 2008 en una ceremonia celebrada en Ottawa. Es decir, tuvo que esperar diez años para tener en sus manos una medalla que le pertenecía.

Por hechos así Girard se ha convertido en paladina del deporte limpio. Además de publicar en 2018 el libro “De la derrota a la victoria” ocupa un puesto en la Comisión Antidopaje de la Federación Internacional de Halterofilia y es Embajadora de Educación de la ITA (=International Testing Agency). Christine cuenta su historia con el objeto de difundir el mensaje de lo importante que es el deporte limpio y libre de dopaje. Tiene tarea dura por delante, pues desgraciadamente su deporte se ha visto salpicado de demasiados casos de dopaje, pero quién mejor que ella, víctima del mismo, para intentar concienciar contra esta lacra del deporte. La canadiense ha llegado a afirmar que no guarda resentimiento contra las tramposas que se colocaron injustamente delante de ella. Lo que pretende es intentar cambiar la política en ciertos países, cambiar mentalidades, cambiar la cultura del dopaje. Sabe que le llevará tiempo y muchos esfuerzos, casi tantos como los kilos que era capaz de levantar, pero está dedicada a ello en cuerpo y alma.

Foto de Hassan Ammar/AP



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