1 mayo, 2024

La Guaira no es el Bayer Leverkusen


Hace algunos años, en una película inglesa, dos antropólogos escudriñaban en unas ruinas en las afueras de Londres. En medio de las excavaciones, uno de ellos consiguió una inscripción en una piedra que hablaba de un descubrimiento que databa del siglo diecisiete.

El científico, para hacerle una broma a su compañero, le dijo: “Caramba, esta inscripción es de 1687, o sea, que tiene más de trescientos años. Esa fue la última vez año en que el Sheffield United ganó su último título”.

Los dos amigos rieron por la chanza, y la jugarreta nos remitió al Bayer Leverkusen, el equipo alemán que alcanzó el pasado domingo su primera corona en sus 119 años de historia.

El estadio y las calles de Leverkusen se desataron en un jolgorio delirante, desenfrenado, porque habían pasado una vida, dos vidas, en la espera de esta conquista maravillosa y soñada…

Entonces, nos remitimos a los Tiburones de La Guaira. No tuvieron que esperar 119 años como el Sheffield, vaya, para alcanzar el campeonato, pero si batieron un récord nacional al tener que esperar treinta y ocho años para festejar lo que ya, era tanto el tiempo, parecía un imposible.

Tal vez los hinchas del Sheffield y de La Guaira se habían aferrado, como consuelo, a un texto de Jorge Luis Borges, según el cual en la victoria no hay la dignidad que sí conlleva la derrota. Pero, aun así, perder cansa, extenúa, agota, porque de vez en cuando un triunfo es también un bálsamo y un fino tranquilizante.

No sabemos si los 300 años sin obtener la gloria se ajustan a la verdad, porque en ese tiempo no existía el deporte organizado, pero sí que 119 o 38 son unas esperas que desesperan, porque como se dice “el que espera nada consigue”…

Las habladurías de las esquinas y los comentarios de los corrillos del fútbol hablan de la vuelta del Marítimo de Venezuela a los campeonatos nacionales. Obviamente, que de regresar, ya serían otros los dirigentes del último equipo que llenó las tribunas y gradas del estadio Olímpico con fervor de recuerdos de patria portuguesa, unido a la presencia de venezolanos que lo sentían representativo de sus ansias futbolísticas.

Del único hombre de aquellos directivos del que tenemos noticia, es de Elio Quintal, quien fuera para muchas cosas el rostro visible del Marítimo, y quien es hoy presidente de la Asociación del Distrito Capital.

Y desde la óptica del ánimo en el estadio y de las muchedumbres que iban a verlo jugar, es mucha la falta que hace en un fútbol en el que la presencia en los escenarios se ha perdido en las brumas del olvido.

Nos vemos por ahí.



Fuente: Meridiano