20 junio, 2025

LA ATLETA QUE DENUNCIÓ EL RACISMO EN MÉXICO 68 ANTES QUE JOHN CARLOS Y TOMMIE SMITH SILENCIADA POR SER MUJER – Historias de los Juegos

LA ATLETA QUE DENUNCIÓ EL RACISMO EN MÉXICO 68 ANTES

Ser mujer y en una época en la que ni remotamente se había roto el techo de cristal tiene como uno de sus -múltiples- inconvenientes no ser reconocida como se debiera. Eso le ocurrió a la atleta estadounidense Wyomia Tyus, olvidada y nunca apreciada en su justa medida. Por dos poderosas razones: en primer lugar por ser la primera persona (hombre o mujer) en ser capaz de revalidar el título olímpico en la distancia más corta (100 metros). Otras grandes figura también lo consiguieron, como Carl Lewis, Usain Bolt o Shelly–Ann Fraser–Pryce, pero lo hicieron después de ella. Pero la otra razón por la que debería haber pasado a la historia y estar en la memoria colectiva de todos nosotros es el valiente gesto que tuvo en los Juegos Olímpicos de México 68 de adelantarse a los (estos sí) celebérrimos John Carlos y Tommie Smith por realizar un gesto contra el racismo. A éstos se les conoce en toda la faz del planeta. Todos tenemos en nuestro cerebro la imagen del podio con el puño levantando portando un guante negro. Nada que objetar a la repercusión de ese gesto, que merecidamente trascendió y aun hoy en día es recordado, pero dos días antes que ellos realizó un gesto muy similar nuestra protagonista y ser la primera persona en atreverse a hacerlo tiene mérito extra.

Foto de Al Bello/Getty Images

Wyomia Tyus tuvo poderosas razones para hacer el gesto de marras -en su caso, consistente en cambiarse el habitual pantalón blanco por uno negro-. Como chica negra sufrió una doble discriminación: por su género y por su raza. Aunque siempre fue animada por su padre a practicar deporte, se le advertía que lo hiciera de tal forma “que no llegara a sudar”. Wyomia jugaba con otros chicos; ellos no recibieron ningún tipo de advertencias.

Desde temprana edad sufrió la segregación racial, de múltiples maneras. Una de las que más le afectaban era tener que hacer diariamente un recorrido de una hora en autobús hasta la escuela. No es que viviera aislada en medio del campo, sino que, pese a contar con colegios cerca de su domicilio, se trataba de colegios “para blancos” y el destinado a los negros se encontraba demasiado lejos. A Wyomia tampoco se le permitía jugar con niñas blancas, que eran sus vecinas, pues las negras más cercanas vivían a casi una milla. Así que Wyomia jugaba con sus hermanos…y con otros niños blancos. Ellos al principio no la aceptaron porque “no querían jugar con chicas”. Fue necesaria la intermediación de sus hermanos para que, por favor, la dejaran jugar con ellos. Cuando Wyomia demostró que era buena en los deportes que formaban parte de sus juegos pasaron a querer tenerla en su equipo todos. Más adelante fue a la universidad, la primera de su familia en hacerlo. En la Universidad del Estado de Tennessee era una de las pocas mujeres en estudiar, no ya chicas negras, sino chicas en general, pues suponían apenas el 8% del total de estudiantes.

Pese a sus habilidades atléticas Tyus tuvo que soportar durante años la misma cantinela: “No deberías correr”, “No tienes músculos”, “No eres lo suficientemente fuerte” y el más sangrante: “Nunca tendrás hijos”. A Wyomia le decían que las mujeres nunca podrían hacer nada mejor que como lo hacen los hombres, pero al menos contó con unos progenitores que la insistieron para que siempre luchara por lo que creía. Especial apoyo recibía de su padre, cuya temprana muerte llegó a provocar depresión en Wyomia.

Tyus fue olímpica por primera vez en los Juegos de Tokio celebrados en 1964 y allí ya se hizo con dos medallas: el oro en los 100 metros y la plata en el relevo 4×100 m. La carrera individual la venció estableciendo un nuevo récord mundial. Esta hazaña la repetiría en los Juegos del 68, ganando en los 100 m con otro récord mundial y además mejoró el color de su medalla en el relevo 4×100 m pasando de la plata al oro.

El 15 de octubre de 1968, cuando repitió su oro de los 100 metros, poca gente se dio cuenta de que había cambiado el pantalón blanco (el oficial de la equipación de Estados Unidos) por uno negro. Con este simbólico gesto Tyus quería dar voz y visibilidad al Proyecto Olímpico por los Derechos Humanos, en el que participaba. Se trataba de un movimiento de atletas que protestaban por el apartheid en Sudáfrica, el racismo contra los negros en Estados Unidos, así como protestaban contra la masacre de manifestantes estudiantes en la Plaza de las Tres Culturas, lamentables hechos que habían ocurrido apenas dos semanas antes. Los miembros de la organización se habían planteado boicotear esos Juegos, pero finalmente decidieron competir porque, pensaron, tenían más que perder no compitiendo que haciendo escuchar su voz en un escenario internacional como son unos Juegos Olímpicos.

En su autobiografía, la propia atleta achaca a la poca repercusión que tuvo su gesto a algo tan simple como “el hecho de que soy una mujer negra”. Se da la circunstancia de que cuando junto a sus compañeras ganó el oro en el relevo 4×100 dedicaron la victoria a Smith y Carlos, quienes habían recibido la amenaza de quitarles sus medallas por su gesto en el podio. La propia Wyomia había sido consciente antes de su gesto de que podía haber recibido represalias, pero no le importó. “No lo hice por ningún tipo de gloria ni nada parecido. Lo hice como ser humano y mis sentimientos hacia lo que estaba ocurriendo en el mundo y cómo las mujeres -especialmente si son negras- estaban siendo tratadas”.

Es de justicia dar a conocer, para quien no la conociera, la historia de Wyomia Tyus, pues su arriesgado y valiente gesto quedó silenciado. ¿Por ser mujer? Muy probablemente.

Foto de Ed Lacey/Popperfoto, via Getty Images



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