Con minas en el camino
Si el partido ante Bolivia de la semana pasada era trascendente y peligroso, el de esta noche ante Uruguay lo es más aún.
La gente de la República Oriental, un equipo caracterizado por la solidez y coherencia en todas sus líneas, tratará de seguir acumulando puntos para mirar más de cerca su clasificación mundialista, y nada mejor que vencer a un equipo que viene ser goleado sin misericordia por otro, considerado el más débil de Suramérica.
Los uruguayos tienen “harta” experiencia, como se dice en Chile y Colombia, en este tipo de partidos, y saben, como muy pocos, despejar los obstáculos que les presenta el juego.
Las informaciones nos hablan de varias bajas sensibles, pero ¿qué importa? Ellos, siempre tan agazapados, son minas en el camino y maestros en esconder las barajas en los oscuros pliegue de sus camisetas…
Pero no estamos dando por perdido el partido, ni mucho menos. Los atletas venezolanos tienen una particularidad: cuando esperamos de ellos grandeza, se vienen abajo: pero cuando los consideramos en mala hora, son capaces de vencer a los gigantes de cualquier deporte. Y sería bueno pensar que este en el momento para que suceda los segundo, aunque con ellos nunca se sabe, válganos. Porque una cosa es la Vinotinto que vimos ante Bolivia, y otra la que vapuleó a Chile en Maturín y empató con Brasil en Río de Janeiro. Aquel equipo que vimos y disfrutó el país entero fue un bálsamo, una alegría, que la gente quisiera volver a vivir ante Uruguay…
Al margen de esto, podríamos hablar del partido en El Alto de hace unos días. Nos ha parecido que el manido tema de la altura es real, valedero, pero no tanto como para “echarle toda la culpa” por la estrepitosa derrota venezolana.
Fueron varios los factores para la caída, pero más que por la condiciones climáticas y geografías de la ciudad boliviana, estuvo la equivocada visión que tuvo el equipo para afrontar el compromiso. Cuando César Farías era el director técnico llevó al equipo a Mucuchíes, a casi cuatro mil metros de altura, y allá lo sometió a trabajos prolongados con cámaras hiperbáricas; luego se instaló en La Paz varios días antes con un grupo alternativo.
Esta vez la preparación, concebida para un partido normal, no llegó a tanto. La selección se apareció en Bolivia el mismo día del partido, que es lo mismo que normalmente hace Argentina, y ya vimos los resultados.
Además, cuando se esperaban cambios en la alineación para poner en la cancha a los de mejor aguante pulmonar, salió casi con la de cualquier juego. La dirección del equipo demostró no leer el partido, falta de conocimiento de la realidad del fútbol suramericano, y, en consecuencia, la gran desilusión. Nos vemos por ahí.