29 abril, 2024

UNA DE LAS LEYENDAS MÁS GRANDES DEL VOLEIBOL OLÍMPICO – Historias de los Juegos

Gilberto Amauri Godoy Filho. Este es el nombre completo de la personalidad del deporte de la que hablaremos hoy, pero todo el mundo le conoce por el nombre de Giba. Sí, hablamos de ese jugador brasileño de voleibol ganador de tres medallas olímpicas: un oro y dos platas. Cuatro veces olímpico en las ediciones que van de Sídney 2000 (donde fue sexto) a Londres 2012. Pero a pesar de su brillante palmarés -que completaremos más adelante- y que haya sido considerado como uno de los mejores jugadores de la historia no viene a estas páginas únicamente por esas (poderosas) razones.

Nació y se crió en una favela pero incluso vivir en esas condiciones no fue lo peor que tuvo que pasar en su niñez. Cuando apenas contaba cuatro meses de edad padeció leucemia, enfermedad que afortunadamente superó. A los once años tuvo una grave caída de un árbol que provocó que le dieran la friolera de 150 puntos en un brazo. Estos incidentes pusieron a prueba su perseverancia, que superó todos los obstáculos posibles y no frenaron su imparable carrera en ascenso, ya que desde muy joven se vio que estaba dotado para el deporte. Es más, el deporte fue lo que le ayudó a superar los sinsabores que le trajo la vida y fue el deporte el factor del cambio en su trayectoria vital. “Sin duda el voleibol me ayudó a salir adelante”, llegó a afirmar Giba.

No hemos mencionado aún otro “obstáculo” para que Giba se convirtiera en el gran campeón de voley que le deparaba el futuro: su escasa altura para ese deporte. Los 1,92m que mide créanme que son algo escasos para su deporte y su puesto. De hecho en sus comienzos llegaron a rechazarle en pruebas porque le consideraban un poco bajo. Es por ello que Giba se dedicó a entrenar más que el resto, lo que hizo que mejorara en salto y en velocidad, algo que agradecería el resto de su carrera.

Cuando Giba aún era joven (18 años) y entró en la selección nacional la anterior generación brasileña había conseguido proclamarse campeona olímpica por primera vez en la cita de Barcelona 92, pero sus figuras ya se habían retirado en gran parte. Le tocó a Giba y a sus compañeros de generación (los cuales entraron casi a la vez a formar parte del equipo) llegar a igualar el nivel, cosa que lograron. Se unieron el talento de una serie de jugadores (por nombrar algunos citaremos a Dante, Heller, André,Gustavo…) y unos resultados apabullantes. El palmarés de Giba engordó con el oro de Atenas 2004, las platas de Pekín 2008 y Londres 2012, tres oros mundiales, ocho oros en la Liga Mundial, dos en la Copa del Mundo, otro más en los Juegos Panamericanos y así podríamos seguir…Giba, componente fundamental de esa selección excepcional, brillaba con luz propia gracias a la rapidez que le proporcionaba tener esos centímetros de menos y, especialmente, a la sincronización entre su brazo y el balón. Velocidad y plasticidad fueron los elementos en los que más destacó.

A nivel de clubes Giba formó parte de un gran número de ellos, no solo en su país natal, sino que también participó en ligas extranjeras como las de Italia, Rusia y Emiratos Árabes. Giba quería jugar junto a los mejores jugadores del mundo. Pero volvamos a su labor en Juegos Olímpicos, ya que además -como suele ocurrir- siempre consideró que el punto culminante de su carrera fue en esa máxima competición, concretamente en el oro conseguido en Atenas (en, por cierto, una emocionantísima final ante la mejor Italia). En esos Juegos Olímpicos Giba fue nombrado el MVP de todo el torneo. A esos Juegos Brasil llegó con un gran grupo de hombres que se encontraban en el mejor momento de sus carreras tanto física como técnicamente, por lo que el oro olímpico no fue una sorpresa, así como la consecución de otras dos medallas en los siguientes dos Juegos.

La medalla de plata de Londres 2012 supuso el punto y final en su brillante carrera con la selección, tras dos décadas de éxitos. Su intención primera era haberse retirado con otro oro olímpico, pero la plata no fue recompensa despreciable. Su retirada definitiva del voleibol activo, con 37 años, fue un tanto indigna para alguien de su calibre ya que decidió desvincularse del club de Dubai al que pertenecía para volver a Brasil, pero tras una búsqueda durante meses por fichar por algún equipo no encontró ninguno que le contratara y decidió su retirada definitiva. Publicó entonces una carta de despedida en la que afirmó “Superé obstáculos, gané y perdí, lloré de tristeza y de alegría y seguiré sonriendo aún más”. En efecto, Giba siguió vinculado al voleibol y al deporte en general con cargos directivos representado a atletas de todo el mundo con el objeto de mejorar las condiciones para las futuras generaciones. El impacto que tuvo en el voleibol, especialmente brasileño, no se ha borrado.



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