19 abril, 2024

Antonio Fernández: uno de los más grandes boxeadores de Chile

Antonio Fernández

“Fernandito”, como era conocido popularmente en Chile fue uno de los boxeadores más grandes y reconocidos del deporte austral y es injusto que haya quedado en el olvido. Los especialistas deportivos no saben si por carecer de historia deportiva o porque su estilo pugilístico no era el característico con la devastadora potencia de sus puños, aunque fuera una de las mejores técnicas usuales en este deporte.

Una anécdota curiosa es que no había nacido en Chile, sino en España, de donde llegó siendo un niño, con las usuales oleadas de inmigrantes que huían de Europa huyendo de la pobreza y los problemas políticos que asediaban el continente.

¿Quién fue Antonio Fernández “El Eximio”?

Fue un migrante que llegó a Chile (de inmediato) a estudiar y practicar boxeo en el Instituto Nacional, donde con muy temprana edad comienza a participar en encuentros de boxeo amateur que eran organizados en campeonatos inter-escolares, resultando campeón en todas esas competencias de carácter juvenil.

La formación deportiva de esos años era muy competitiva e integral, sobre todo por ser el boxeo una de las disciplinas que requiere unas condiciones físicas de grado muy alto. Condiciones que lo ayudaron a establecerse y adaptarse en los Estados Unidos, en donde su constancia y esfuerzo le otorgó un lugar preponderante.

¿Antonio Fernández pasó de forma rápida al boxeo profesional?

En sus comienzos sus éxitos destacaron en la categoría juvenil de este medio deportivo, posicionándose en el año 1927 como el campeón nacional en la categoría juvenil. Ya en su etapa correspondiente a los años 1928 – 1929 debutó en la categoría amateur. Su técnica de alto nivel le facilitó llegar de forma rápida al boxeo profesional, categoría en la que se enfrentó al reconocido boxeador Carlos Usabiaga, como antecedente a su encuentro con el púgil del momento: Tani Loaiza.

En los años 30, en Chile el boxeo era un deporte rentable que aportaba cierto margen de ganancia. Pronto pudo dar el salto al estrellato del ring, pero primero tenía que vencer a Loaiza, boxeador que no contaba con las suficientes habilidades técnicas para ganar un encuentro por puntos. Fernandito tenía suficiente juego de piernas para lograr “torearlo” y ganar un enfrentamiento. Pero, el manager de Loayza estaba consciente de esas deficiencias de su pupilo y aplazó todo el tiempo un encarnizado encuentro entre los 2 mejores púgiles del país austral.

Según los comentaristas deportivos sus contrincantes no temían a ser golpeados por él, sino que más bien al ridículo que suponía no golpearlo”. Pero, en definitiva, en el año 1931 llegó la oportunidad de competir con la estrella pugilística del momento, pero Tani Loaiza perdió por puntos, a pesar de que era el favorito en las apuestas. El encuentro terminó en revancha y Loaiza fue derrotado.

La rudeza de Tani no pudo con el boxeo de Fernandito, quien con su alto nivel técnico, usaba con tacto los diferentes ángulos del combate, el jab y los desplazamientos. Luego de este éxito en el ring Fernandito se desplazó a Buenos Aires, ciudad donde era necesario adquirir más experiencia antes de despegar de manera definitiva a los Estados Unidos. La prensa de Buenos Aires lo tituló “El Eximio”, para su posterior gloria.

Fernandito en Nueva York, Cuba y Panamá

Con este logro llegó a Nueva York y comenzó a disputar combates que le permitieran pelear por el título mundial. Fernandito alcanzo cierta notoriedad llegando incluso a aparecer en las primeras páginas de los diarios neoyorkinos. Pero, repentinamente Estados Unidos entro en la guerra.

Alcanzar un logro de carácter internacional le fue negado a causa de la guerra, por lo que decidió viajar a Cuba y Panamá. En la década de 1943 hasta 1945 realizó combates constantes en el Caribe, con visitas esporádicas a Chile donde colmaba el Teatro Caupolicán. Entre los años 1945 y 1947 combatió mucho en Brasil, pero los años comenzaron a pasarle factura a sus reflejos y habilidad. Luego de su retiro se dedicó a entrenar a la selección nacional sin resultados satisfactorios.

El púgil nunca ha recibido un homenaje póstumo y solo queda en el recuerdo por sus menciones en la literatura, en novelas como “Mano Bendita” de Enrique Lafourcade o “El Púgil y San Pancracio” de Juan Uribe Echeverria, las dos obras literarias con data de 1960.

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