13 julio, 2025
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De cuatro en cuatro años, la Vinotinto llega a las canchas del Premundial con el polvo del camino. Cada vez, en cada ocasión, levantan el vuelo los pájaros de la esperanza, para después caer, con las alas cortadas, en los terrenos baldíos del desencanto. Una y otra vez, la rueda vuelve a dar las vueltas abrumadoras de la impotencia y pare usted de contar.

Esta vez está parada en un punto de los caminos, y mira más cerca y a su alcance, el Mundial de Fútbol. Pero, ¿a su alcance, así no más? Dos tendencias que observan su posición en la tabla suramericana, dos visiones incompatibles que guardan relación con el sentido ético de cada uno, proclaman sus razones.

La primera habla de clasificar al Mundial sea como sea, sin mirar al pasado y sin que importen los métodos: meterse en el viaje del repechaje y desde ahí, a partir de esa plataforma, impulsarse hasta 2026. La otra desdice a la anterior. Considera un bochorno, casi una vergüenza, que el fútbol venezolano haya tenido que esperar que la clasificación de la región fuese aumentada a siete para tener una real opción. Y que, de haber sido como en el pasado reciente, cuando solo entraban cuatro por camino directo y el quinto en el repechaje, la Vinotinto estuviera fuera de toda oportunidad.

¿Cuál de estos puntos de vista defiende usted? Uno, práctico y realista; otro, más romántico y apegado a tradiciones. Estas posiciones se parecen, de cierta manera, a aquella de decir cuál ha sido el mejor jugador venezolano de todas las épocas. Quien ahora escribe se niega a entrar en esas discusiones sin salida, porque nadie convence a nadie. Cada uno en su época, en su momento y con su amada generación.

Venezuela cosecha dieciocho puntos en dieciséis partidos, una cosecha interesante y que le permite mirar el porvenir con respiro y un optimismo cauto. Llegar ahí ha sido andar por desiertos calcinantes e inexplorados, con el espejismo mundialista a la vista. La Vinotinto, como lo ha hecho Ecuador desde hace algunos años, se ha valido de sus partidos en territorio propio para llegar a tan importante cantidad. Venció a Paraguay, Chile, Perú y Bolivia, y empató con Ecuador, Brasil, Uruguay y Argentina para alcanzar dieciséis; y como explorador, igualó con peruanos y brasileros. Esta campaña, apartando de consideraciones si esta vez la clasificación es más sencilla de alcanzar que otras veces, es innegable: cuatro conquistas en casa es para levantar la cabeza.

Habrá que esperar los partidos pendientes ante argentinos y colombianos para llegar a conclusiones. Al final de todo, más allá de polémicas y juicios de valor, de no admitirse uno y otro y de sentir el fútbol como se sientes otras las cosas de la vida, nunca como esta vez el país ha estado a la expectativa de un partido decisivo. El hecho de que sea contra Colombia, ancestral rival de toda la vida, mucho mejor.

Amigo-enemigo común

Con Argentina y Colombia en el horizonte se plantea la posibilidad, remota aunque siempre posible, de que la Vinotinto pueda llegar a 24 puntos. Serían dos triunfos, en Buenos Aires y Venezuela, que la llevarían a un cielo nunca visitado por otra selección nacional.

Pero por ahí merodea Bolivia como enemiga, con los colombianos y brasileros al acecho para darle el zarpazo a la ilusión del altiplano.

Entonces, la Nueva Granada se perfila como el amigo-enemigo de venezolanos y bolivianos, como el implacable juez que todo lo decidirá: según como vayan las cosas contra el equipo fronterizo, así se decidirá el disputado lugar para llegar al repechaje.

A la selección Vinotinto no le va mal ante ese duro y encumbrado adversario; en el partido de ida, jugado en Barranquilla, después de mucho afán y entrega terminó 1 a 0 en contra para Venezuela.

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Fuente: Meridiano